Cómo Curar Un Corazón Roto - Reseña crítica - Gaby Pérez Islas
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Cómo Curar Un Corazón Roto - reseña crítica

Cómo Curar Un Corazón Roto Reseña crítica Comienza tu prueba gratuita
Sexo y relaciones y Autoayuda y motivación

Este microlibro es un resumen / crítica original basada en el libro: 

Disponible para: Lectura online, lectura en nuestras apps para iPhone/Android y envío por PDF/EPUB/MOBI a Amazon Kindle.

ISBN: 

Editorial: Diana México

Reseña crítica

Afrontar una pérdida es difícil. Puede ser un trabajo, una relación, un lugar o una persona, en caso de la muerte. Sin embargo, hay esperanza a pesar del panorama oscuro al que la relacionamos siempre. Gaby Pérez Islas elaboró un manual didáctico para poder aprender de este proceso y, de esta forma, recuperar la felicidad.

La pérdida y el duelo

Antes de empezar a hablar sobre cómo superar un episodio angustiante deberíamos definir qué es el duelo.

Gaby Pérez Islas sostiene que una pérdida “es algo que teníamos y dejamos o vamos a dejar de tener”. Puede ser algo material, una relación o una persona cercana. El duelo en proceso aparece cuando ya lo perdimos, mientras que el duelo anticipatorio sucede cuando sabemos que lo vamos a perder.

Determinar cuánto tiempo va a durar ese duelo es una tarea muy compleja. Dependerá, en gran parte, de un factor: nuestra actitud ante la pérdida.

En este sentido, la autora asegura que lo importante es trabajar en el proceso individual para salir fortalecido. El dolor no tiene que terminar contigo ni con tus ganas de ser feliz, que es la clave de la vida.

Para poder transitarlo es necesario pasar por cinco etapas:

  1. La negación: la conmoción inicial ante una noticia impactante.
  2. La rabia: es el enojo contra algo, que puede ser la persona que nos deja, nosotros mismos o incluso Dios.
  3. La negociación: momento donde queremos cambiar.
  4. La depresión: aparece cuando la negociación falla y regresamos a la negación o la rabia.
  5. La aceptación: se trata de ponernos metas nuevas y seguir con la vida.

Generalmente, el duelo suele exteriorizarse con tristeza profunda, cansancio, falta de entusiasmo real y alteraciones de sueño o la alimentación. Asimismo, es probable que aparezcan rupturas de patrones sociales, alguna enfermedad física recurrente o baja concentración.

Aunque en ocasiones parecen señales de alerta, a las que hay que atender lo más rápido posible. Gaby menciona a la apatía total, la ideación suicida, la falta de cuidado a tu persona o la desatención de ocupaciones.

Una situación dolorosa puede ser muy enrevesada. Puedes ser tú quien lo padezcas o algún familiar o amigo que ves mal.

En estos casos, lo ideal es no automedicarse, ni minimizar las cosas ni aislarte. Tampoco es recomendable cortar la comunicación y lazos con tu probable red de apoyo o encerrarte en ti mismo.

También olvida frases trilladas como “todo va a estar bien”, “Dios sabe lo que hace” o “sé cómo te sientes”. Si no tienes nada para decir, no hables. Sólo abraza a tu ser querido y quédate a su lado.

Pérez Islas afirma que lo que realmente ayuda a las personas en duelo es hablar con alguien de confianza, llorar y consolar o ser consolado. No sirve quedarnos en el dolor.

Por otro lado, vale la pena intentar formar parte de un grupo de autoayuda o probar la terapia narrativa. Esta última consiste en hacer catarsis escribiendo lo que se siente o expresarlo a través del arte o la música.

“Si llegamos a entender que no podemos controlar la vida y hacemos del tiempo nuestro aliado, estaremos frente a un excelente pronóstico de sanación”, asegura la autora.

La muerte y los niños

Si la muerte es temida y difícil de entender por nosotros, imagínate cómo es para un niño.

Por eso resulta importante la forma en que nos comunicamos con ellos en este tipo de situaciones. Pérez Islas afirma que si detectan que les mentimos o les ocultamos algo, nunca más confiarán en nosotros.

Para colmo las formas que vemos en México son poco didácticas. No los educamos para que vean a la muerte como un proceso natural.

Hacemos todo al revés cuando tenemos niños y alguien muere. Los dejamos en manos de alguien cercano para que asistan a la escuela y sigan con su vida de ritmo normal, hablamos pero les pedimos que no lloren y hasta les inventamos cosas. Es innecesario.

Varios especialistas aseguran que la mejor opción es contarle al niño cuanto antes acerca de una muerte. También preguntarles si quieren ir o no al funeral.

Esto último le puede servir para cerrar un círculo, para despedirse. Muchas veces las muertes suceden sin que los niños puedan decir adiós.

Al contrario de lo que se piensa, no los trauma o angustia sino que la mayoría de las veces los tranquiliza. Les da claridad ver al ser querido en paz.

También sirve explicarles con palabras simples términos como funeraria, cementerio, ataúd, cremación, pésame, muerte, alma o espíritu.

Probablemente, la primera oportunidad de hablar del tema de la muerte con nuestros niños sea a partir de las mascotas. En vez de traer otro perrito o gatito para reemplazar al que falleció, sería una grata idea charlar.

Darle un trato natural a la situación y sepultar a la mascota para poder despedirla como corresponde ayudarán al niño a comprender mejor todo. Ellos “absorben como esponjas”.

Aunque la forma de abordar el tema dependerá también de la edad:

  • De 1 a 4 años: es la etapa de mayor inocencia. Al principio tienen nulos registros de la muerte -pero les puede repercutir al futuro-, mientras que con el tiempo preguntan todo. Hay que responderles con la verdad pero con ciertos límites.
  • De 5 a 8 años: aquí se vuelven más adorables y perciben bien nuestros mensajes. Quizás no demuestren dolor por una pérdida pero sí lo padecen en silencio. Conviene acercarse de a poco para que logren expresar lo que sienten.
  • De 9 a 11 años: se tornan más sensibles en la preadolescencia. Ya entienden todo, así que hay que hablarles con claridad y la verdad.
  • De 12 a 14 años: por más que se rían, la muerte los afecta. Sucede que en esta etapa el dolor es intermitente. Alternan entre días buenos y días de profunda tristeza. Lo mejor es hablar sobre el hueco que quedó en vez de rellenarlo con drogas, alcohol o comida.

Reacciones y manejos de pérdidas específicas

Ante cada situación la respuesta y la forma de llevar el dolor va mutando según la situación.

No es lo mismo sufrir el fallecimiento de un padre o una madre que el despido en un trabajo o la mudanza a un lugar distinto al que estamos acostumbrados. Nos afecta de manera diferente.

Veamos caso por caso las pérdidas propuestas por Gaby Pérez Islas:

  • La muerte de los abuelos: generalmente es la primera pérdida significativa a la que nos enfrentamos. Es positivo hablar con ellos acerca de la muerte para descomprimir la tensión.
  • La muerte de la madre: nunca es fácil porque la orfandad pesa. La clave es entender que el momento es ahora, no hay que dejarlo para después. Pasa el tiempo con ella y comunícate.
  • La muerte del padre: al igual que con la madre, perder a un padre es sinónimo de descontrol. Sobre todo para los niños, que lo ven como un superhéroe.
  • La pérdida de la pareja: para muchos autores esto genera un trauma grave si la pareja era buena. Si era mala, es casi una liberación.
  • Rompimientos, separación, divorcio o infidelidades: esto destruye la vida de los niños -al menos la que conocían-. Un hijo puede superar una ruptura de este estilo pero necesita ayuda para eso.
  • La muerte de un hermano o amigo: por lo general, estas pérdidas son repentinas. si fallece un amigo o un hermano también muere una parte de nuestra vida.
  • La discapacidad: más allá de los avances, aún se trata de un terreno desconocido para la gran mayoría. Se vive una gran cantidad de sentimientos y hay que saber lidiar con todos ellos.
  • La propia muerte: para la autora es la peor de todas, por encima del deceso de un hijo, porque en esta posición hay que desprenderse de absolutamente todo.
  • Hospitalización y cirugías: aquí nuestro rol debe ser protagónico. Tienes que elegir la actitud con la que enfrentarás este tipo de situaciones.
  • Adicciones y trastornos alimenticios: muchas veces están vinculados a otro tipo de duelos. “La sensación de pérdidas catapulta el que estos trastornos afloren”, afirma Pérez Islas. 
  • Mudanza o cambio de residencia: esta es una pérdida menor, pero que puede suceder por más que la ida a otro lugar sea sólo por gozo. Para que no pase tienes que hacer un proceso de despedida con el lugar que dejas.
  • Pérdida del empleo y cambio en la situación económica: esto acarrea estrés y tristeza porque afecta directamente a nuestro papel de “proveedor” en la familia. Deben asumirse con “seriedad y proactividad”.

Recobrar el ritmo y las costumbres de familia

La sensación tras padecer una pérdida nos hace creer que nada será como antes. Nuestra familia se rompió y ya no volveremos a ser felices. Sin embargo esta es la reacción inicial.

Con el paso del tiempo empezamos a ver las cosas de manera diferente. De pronto te sientes en paz, marcando así el inicio de la recuperación.

Durante el primer año de la pérdida es normal sufrir bajones, asegura Gaby. Pero retomar el ritmo normal tanto de tu vida como el de la familia, “manda un mensaje claro al universo de que fluyes con él”.

“El respeto al dolor de los demás significa tenerles consideraciones y paciencia, pero nada tiene que ver con mantener un estado de ánimo triste y sombrío”, manifiesta la autora.

Cuando pasamos por una pérdida lo que suele pasar es que hay que “rehacer la vida”. Puede realizarse a través de La Rueda de la Vida, un ejercicio para evaluar nuestro rendimiento en diferentes áreas de la vida.

Son ocho zonas a analizar:

  • Área intelectual.
  • Área física.
  • Área familiar.
  • Área social.
  • Área de sexo y amor.
  • Área espiritual.
  • Área laboral.
  • Área económica.

Tras calificar cada uno, une los puntos que se formaron. ¿Tu rueda gira?

Para poder superar lo que te pasó debes cerrar círculos y aceptarlo. Esto último tiene que ver con no dejar nada inconcluso.

“Despedirme, dar gracias, perdonar y ofrecer disculpas, además de decir lo que siento, me asegura paz interior y abona la tierra para nuevas cosechas en mi vida”.

La autora hace énfasis en dejar bien en claro algo: podemos ser felices después de un duelo. Es una batalla donde tú tienes que salir ganador.

¿Quién es el ganador? Justamente, una persona feliz. Una persona que vive motivada por lo que hay en su interior. Logra estar implicado en su proceso, lo que le da el empuje para triunfar.

En este sentido, hay que tener en cuenta que siempre se aprende desde el error. Así que siempre es posible volver a empezar.

Lo contrario sucederá si nos encerramos en nuestro dolor y tenemos la sensación de que nadie puede entendernos: nuestra posibilidad de crecimiento será nula.

Atravesado este proceso, rememorar fechas importantes se torna importante para recuperarse y sanar. De esta forma les rendimos un homenaje a nuestras pérdidas.

Islas Pérez explica que recuperarse no significa olvidarse ni borrar la tristeza de forma total. Para ella “es importante fijarnos metas, socializar y aceptar la realidad con todos los cambios que generó” en un proceso gradual.

Las pérdidas deben transformarnos. Son inevitables, así que debemos utilizarlas para crecer y adquirir conocimiento. Tenemos que tomarlas como vías que nos permitan dejar de ver el duelo como un castigo, sino como un desarrollo natural.

Notas finales

La vida tiene altibajos. Siempre se habla de los buenos: nacimientos, casamientos y amistades, entre otros. ¿Pero qué pasa con los momentos malos?

Gaby Pérez Islas tuvo la audaz idea de escribir sobre algo tan común como tabú para muchos, la muerte. Es algo que nadie puede esquivar.

En “Cómo curar un corazón roto” analiza la idea que tenemos sobre la muerte y de qué forma podemos llevar mejor el proceso de vivir con una pérdida.

Da vuelta el concepto que tenemos. Debemos capitalizar estos momentos, tratando de aprender para poder superarlos y disfrutar de una vida feliz y en paz.

Consejo de 12min

Para superar una pérdida también se necesita de mucha fortaleza mental. Aprende más de esto con “Personas fuertes mentalmente”, de Ángel Joel Méndez López.

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Licenciada en Literatura Latinoamericana, especializada en tanatología, familia, logoterapia y codependencia. Sus dos grandes pasiones son los libros y la escritura, entre las que divide su t... (Lea mas)

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